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La manía, también conocida como el síndrome maniaco, es un estado elevado anormal de excitación, afecto y nivel energético, o “un estado de elevación ante toda la activación relacionada con la expresión afectiva junto con la labilidad emocional”.[1] Aunque la manía es comúnmente asociada como una “imagen refleja” de la depresión, la elevación del estado de ánimo puede ser euforia o irritabilidad.
Los síntomas de la manía incluyen humor elevado (ya sea eufórico o irritable); fuga de ideas y logorrea; incremento de energía, disminución de la necesidad de dormir e hiperactividad. Estos son los síntomas más evidentes en los episodios hipomaniacos totalmente desarrollados; sin embargo, en el estado de manía completo, se experimentan exacerbaciones progresivamente graves y se confunden cada vez más con otros signos y síntomas, como los delirios y la fragmentación del comportamiento.[2]
La manía es un síndrome con múltiples causas; aunque la vasta mayoría de factores ocurren en el contexto del trastorno bipolar, es también un componente clave de otros desórdenes psiquiátricos (tal como el desorden esquizoafectivo, del tipo bipolar) y podría también ser un síntoma secundario para distintas condiciones médicas, así como la esclerosis múltiple; algunos medicamentos pueden inducir el estado maniaco, por ejemplo, la prednisona; o las sustancias de abuso como la cocaína o los esteroides anabólicos. En el DSM-5, los episodios hipomaniacos se encuentran separados de los episodios maniacos completos más severos, los cuales son categorizados como leves, moderados o severos; esto dependiendo de indicadores de acuerdo con las características de sus síntomas (catatonia, psicosis). La manía se divide en tres etapas: hipomanía, o etapa I; manía aguda, o etapa II; y manía delirante (delírium), o etapa III. Esta manera de dividir las etapas de un episodio maniaco es muy útil para describir y diferenciar el diagnóstico de otros trastornos.
La manía varía en intensidad, desde manía leve (hipomanía) a manía delirante, marcado por síntomas como desorientación, psicosis florida, incoherencia y catatonia.[3] Las herramientas estandarizadas como la escala autoaplicada de manía de Altman[4] y la escala de manía de Young[5] pueden ser utilizadas para medir la gravedad de los episodios maniacos. Debido a que la manía e hipomanía han sido asociados a la creatividad y el talento artístico,[6] no siempre se ve el caso en que las personas maniacas, que claramente padecen el trastorno bipolar, deseen o necesiten ayuda médica; estas personas, con frecuencia, tienen el autocontrol suficiente para funcionar de manera normal o simplemente no son conscientes de que han entrado en un estado maniaco como para recurrir por sí mismos a solicitar el apoyo.
Es común que se crea que las personas maniacas se encuentran bajo la influencia de drogas.